
Al igual que antes fueran la carne roja, los huevos y el pescado azul, la leche se había convertido en el “coco” del deportista y la persona en forma, y eso que, durante muchos años, fue una de las bases de su dieta. Se decía que sus materias grasas resultaban dañinas para el corazón y el sistema circulatorio, que la lactosa -azúcar disacárido de la leche- no se podía digerir debido a la carencia de la enzima lactasa -un problema común entre las razas negra y oriental, y también en muchos occidentales-, que favorecía la retención de líquido, y varias cosas más que acabaron demonizando a este nutriente que ahora, bajo los auspicios de la ciencia, vuelve a recuperar su papel tradicional como ayuda para el desarrollo de los músculos y la fuerza.
Una de las ventajas de la leche desgrasada en estos casos es que, además de ser líquida, contiene un elevado porcentaje de proteína que se va digiriendo espaciadamente y contribuye al incremento del desarrollo muscular.
Tienes el artículo completo en el número de marzo.